Despertar mi confianza

A veces sientes que te cuesta estar del todo tranquil@ contigo, como si hubiera algo dentro que se encoge justo en el momento en que necesitas estar presente. Tal vez te gustaría poder expresarte con naturalidad, participar sin darle tantas vueltas, sentirte segur@ al tomar la palabra o simplemente estar en grupo sin analizarte cada gesto. Pero hay una parte de ti que se tensa, que duda, que se repliega. Y no siempre sabes por qué.

Quizás notas que te comparas contínuamente con los demás, o que te cuesta sostenerte cuando hay juicio, desacuerdo o silencio. Tal vez te esfuerzas por parecer segur@, por demostrar que puedes, por mantener la compostura, aunque por dentro te estés exigiendo demasiado o sintiendo pequeñ@.

Puedes preguntarte si esa forma de funcionar, que trata de protegerte, te permite vivir la vida que deseas. O si te está dejando sin espacio para ser tú. Sin permiso para dudar, para sentir, para estar. 

Y si te has preguntado alguna vez qué significa confiar para ti, tal vez ya te has dado cuenta de que confiar no es lo mismo que estar segur@. Ni lo mismo que tenerlo todo claro, ni saber siempre qué hacer. Que tampoco es tener respuestas para todo, ni esconder tus fragilidades. Ni es aparentar firmeza cuando por dentro necesitas contención. Confiar en ti es otra cosa...

Es mirar tu miedo sin convertirlo en enemigo.

Es sostener tus dudas sin que se te derrumbe el mundo.

Es hablarte con más respeto justo en el momento en que más te cuesta hacerlo.

Es reconocer tu valor, incluso cuando no haces nada especial.

Y sí, es también aprender a estar con los demás sin desaparecer, sin perderte en lo que esperan de ti, sin tener que adaptar cada palabra o cada gesto para que encaje.

Confiar es volver a ti mientras te compartes.

Pero este tipo de confianza no se activa con una decisión ni con un consejo. Se cultiva. Se practica. Se despierta poco a poco...

Cuando aprendes a escucharte de verdad.

Cuando le das espacio a tu cuerpo y descubres que en él hay una brújula.

Cuando te reconcilias con tus errores y dejas de convertirlos en condena.

Cuando puedes expresar lo que sientes sin juzgarte.

Cuando te atreves a pedir lo que necesitas y te das cuenta de que no pasa nada.

Entonces respiras mejor, habitas más tu vida, te sientes más tú.

Y aunque todo esto suene grande (y lo es), empieza con algo pequeño, cercano y cotidiano:

un estar contigo en silencio,

una mirada más amable hacia dentro,

una pausa,

una pregunta que no busca respuestas rápidas,

un gesto que te recuerde que estás ahí para ti.

Porque confiar en ti no va de alcanzar una versión mejorada de quien eres, sino de regresar con más ternura a lo que ya eres ahora. Sin tantas exigencias. Sin tanto juicio. Sin tanto ruido.

Una forma de estar en ti, y en el mundo, más real. Más tuya.